EL LEÓN Y EL MOSQUITO
Un día, hablaba el Conde Lucanor con Patronio,
su consejero, de este modo:
- Patronio, cierta vez me alié con un
enemigo para resolver un problema que nos incumbía a los dos y salí victorioso.
Ahora tengo un pequeño entresijo entre manos que solo recae sobre mí, pero mi
enemigo se quiere aliar de nuevo conmigo para resolverlo. Por vuestra lealtad y
buen entendimiento, os ruego que me aconsejéis lo que debo hacer en este caso.
- Señor Conde Lucanor-dijo Patronio- , este es
un asunto algo entramado por varias razones pues es bastante raro que vuestro
enemigo quiera ayudaros mostrandos todo su poder para este pequeño problema sin
obtener, aparentemente, ningún beneficio.
Con todo, como me pedís mi opinión sobre este asunto
tan entramado, me gustaría que supierais lo que le sucedió a un poderoso y
feroz león con un pequeño e insignificante mosquito.
El Conde le pidió que se lo contara.
-Señor Conde- dijo Patronio-, cuando el
rey de la sabana estaba descansando, un diminuto e insignificante mosquito vino
a atormentar sus sueños. El león se enfureció y le mandó abandonar el lugar,
pero el mosquito se opuso alegando que gobernaba a bueyes más fuertes y más
grandes que él. El mosquito se abalanzó contra el lomo y después contra el
cuello del león, quien enloquecido rugió con tal fiereza que todos los animales
se escondieron. El mosquito se burlaba del león que tenía ya las patas
ensangrentadas y se revolvía contra sí mismo, hasta que no pudo más y se
abatió, agotado.
El insecto iba pregonando su victoria por todas
partes, hasta que tropezó con una tela de araña, donde encontró su fin.
En cuanto a vos, señor Conde Lucanor, tened en
cuéntale beneficio que se lleva vuestro enemigo si sale airoso de esta acción,
o si no podría contratacarla y vos saldréis perjudicado.
Al Conde le gustó mucho este consejo que le dio
Patronio, siguió sus enseñanzas y le fue muy bien.
Y como don Juan comprendió que este cuento era muy
bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así:
No existen problemas pequeños
y el que ha salvado grandes peligros
puede perecer por percances sin apenas verlos.
(Iné Martínez Ortega, 3º ESO F)
EL REY LEÓN
Un día hablaba el Conde Lucanor con
Patronio, su criado y consejero:
-Patronio, hace muchos
años que me fui de una propiedad que mi padre poseía en Toledo. Un familiar se
hizo cargo del terreno, con el que no mantengo buenas relaciones. Ahora los
campesinos se quejan del trato que les da su señor y quieren que yo me haga
cargo de la situación. Y por el buen entendimiento que vos tenéis, os ruego que
me digáis lo que debo hacer.
-Señor conde Lucanor-
dijo Patronio- por lo que relata, este hecho se asemeja a lo que le aconteció a
un rey león.
El conde le rogó que le contara lo
ocurrido.
-Señor conde Lucanor-
comenzó Patronio- Simba era un cachorro de león, sucesor al trono de la selva,
algo que no le gusta a su tío Scar. Este, trama un plan para asesinar al padre
de Simba y rey de la selva, Mufasa. Simba se cree el culpable de la muerte de
su padre y huye durante años, dejando en el poder de su tío su reino. Años más
tarde Simba, enfrentándose a su pasado, reclama su trono para devolver la
vitalidad a su tierra. En la lucha final entre Simba y Scar, este confiesa ser
el asesino de Mufasa y Simba le hace admitir su culpabilidad ante el resto de
la manada. Simba asciende al trono y ejerce su puesto con justicia.
-Y vos, conde Lucanor,
ya que me pedís consejo, este es: luchad por lo que os corresponde y mantenerlo
en buen estado, aunque no seáis vos el que lo sostenga.
El conde Lucanor siguió este consejo y
le fue bien y le gustó tanto que decidió ponerlo en este libro e hizo estos versos que dicen:
Lucha
por lo que es tuyo, no como castigo,
hazlo
por tu bien como regalo del destino.
(Gadea Gutiérrez de 3º ESO F)
EL LEÓN DON JUAN Y EL CORDERO PATRONIO
Un día, estaba el león Don Juan con su
sirviente, el cordero Patronio.
Don Juan explicó a Patronio un
problema que tenía de esta manera:
-Patronio, un enemigo me
ha propuesto acudir a su manada para charlar amistosamente y resolver nuestras
diferencias. Mi duda es si debería acudir o negar la invitación
-Señor, aún que usted es
muy listo, si le sirve, le contestaré a su pregunta con una fábula de dos
humanos que dice así:
Una vez, en un pequeño poblado, había
dos hombres enfrentados. Uno de ellos decidió que era hora de matar a su enemigo,
así que concertó con él una cita como “buenos amigos”. Pero su oponente, que
era muy listo, intuyó sus propósitos y no acudió.
-Esto le salvó la
vida-concluyó el cordero Patronio.
El león Don Juan siguió su consejo, y,
como le fue bien, lo mandó copiar en este libro junto a estos dos versos:
Nunca
se peca de prudente
si
se es inteligente.
(Sara Contreras 3º ESO F)
LAS DOS FAMILIAS
Un día, el conde Lucanor dijo a su
consejero:
-Patronio,
me han prometido un negocio y me han asegurado que sin esforzarme ganaré mucho
dinero. Pero temo que me estén engañando. Os ruego, que me aconsejéis sobre lo
que debo hacer.
-Señor
conde, me gustaría contarte lo que les pasó a dos familias hace mucho tiempo.
El conde le rogó que le dijese qué
había sucedido a aquellas familias.
Señor conde, hubo una vez una familia,
que durante el verano estaba trabajando bajo el ardiente sol. Sin embargo sus
vecinos descansaban bajo la fresca sombra de un árbol. Uno de ellos les
preguntó.
-¿Por
qué trabajáis tanto en un día tan caluroso?
respondió.
-¿Y
pare qué tanta prisa? Aún queda mucho para el invierno. ¡Vaya tontería!-dijo.
-
Si ahora no hacéis nada más que perder el tiempo lo lamentaréis más
tarde-replicó.
El verano y el otoño pasaron rápidamente y llegó el
frío invierno.
La familia que antes descansaba ahora
no tenía que comer. Debilitados fueron a donde sus vecinos a pedirles
comida. A lo que les respondieron:
-Ustedes
se rieron de nosotros por trabajar un caluroso verano. ¿Por qué no siguen
descansando ahora?
En cuanto a vos señor conde-dijo
Patronio-aunque os lo juren, si no hacéis nada raro será que ganéis algo.
Al conde Lucanor le pareció que aquel
consejo era bueno, así que lo siguió y le fue bien.
Y como don Juan entendió que este
ejemplo era muy bueno ordenó que lo copiaran en este libro e hizo estos versos
que dicen:
Para
en el futuro provecho obtener,
En
el presente algún esfuerzo debemos hacer.
(María Cuesta 3º ESO F)
LOS TRES
CONSTRUCTORES
En cierta ocasión
estaba el Conde Lucanor hablando en confianza con Patronio su consejero y le
dijo:
-Patronio, tres herreros se pelean
entre ellos para poner las herraduras a mis caballos. Uno de ellos me ofrece su
trabajo a un precio muy bajo, otro me ofrece un precio intermedio, y el último
un precio muy alto.
El último herrero
es el mejor de toda la comarca, pero como estamos en una mala situación
económica, no sé si debería elegir al más barato.
-Señor Conde Lucanor –dijo
Patronio-yo sé una historia que le podría ayudar.
El Conde le pidió
a Patronio que le contara la historia, y Patronio comenzó el relato:
-Señor, había una vez tres
constructores que decidieron hacerse una casa.
Uno de ellos
eligió barro y paja para hacer su casa, tardó poco tiempo y la obra le salió
barata. Otro escogió maderos y clavos, tuvo la casa acabada en dos semanas. El
último decidió construir su casa con cemento y piedras, tardó más de un año en
acabarla y gasto mucho dinero en ella.
Un día llegó un
huracán, y derribó la casa de paja y la de madera, por su parte, la casa de
cemento aguantó firmemente.
-En cuanto a vos Señor Conde le he
de hacer saber, que se ha de gastar dinero en cosas que valgan la pena. El
Conde siguió el consejo de Patronio y le fue bien.
Y como a Don Juan
le pareció que el ejemplo era muy bueno, lo mandó copiar en este libro y
compuso estos versos que resumen la moraleja de la historia:
Si el dinero se va a gastar,
que sea en objetos de aprovechar.
(Alba
Lorenzo López 3ºF)
LA LIBRE Y LA TORTUGA
Una vez hablando el Conde Lucanor con
Patronio, su consejero, le dijo:
-Patronio, un amigo mío de mucha
confianza, me propuso que despidiera a mis tres jornaleros, ya algo mayores, y
le contratara a él, joven y fuerte. Añadía que él solo, trabajaría mis campos,
cuidaría la ganadería y se encargaría del molino y además le sobraría tiempo
para hacer leña para el invierno.
Entonces
Patronio se acordó de una vieja fábula.
-Señor, este hombre pretende
engañarle, así que te contaré esta fábula para que veas cuáles son sus
intenciones.
El Conde rogó a Patronio que se lo
contara.
-Había una vez una liebre muy
orgullosa que decía que era la más veloz y se reía constantemente de la lenta
tortuga. Un día la tortuga le propuso una carreta a la liebre, ella muy
sorprendida y convencida de que iba a ganar aceptó. Llegó el día acordado y la
liebre le dio ventaja a la tortuga, pensando que le iba a sobrar tiempo para
ganar a la lerda tortuga. Comenzó a correr y cada vez que adelantaba a la
tortuga descansaba y se burlaba de ella. A pesar de eso la tortuga siguió
caminando sin detenerse. Muy confiada la liebre descansó debajo de un árbol y
se quedó dormida mientras la tortuga llegó a la meta.
-En cuanto a vos señor
conde, no debieras despedir a tus fieles trabajadores empleados porque tu amigo
demuestra estar muy confiado y arrogante.
El Conde siguió su
consejo y le fue bien.
Y como Don Juan creyó que este cuento
era bueno, lo mandó poner en este libro e hizo estos versos que dicen:
Quien
desprecie al compañero y presuma de sí mismo,
no
lo tengas por amigo
(Lidia
Pascual Navarro 3º ESO F)
LOS PASTELES Y LA MUELA
Cierto
día, el Conde Lucanor hablaba con su consejero Patronio, y le dijo así:
— Patronio, un importante
noble de la comarca con el que mantuve pequeñas discusiones y enfrentamientos
en el pasado, me ha propuesto un trato tan disparatado como irracional, con el
fin de dejar de lado nuestro rencor mutuo. El trato se basa en que lucharemos
por una vasta tierra suya. Si mi ejército gana, él me dará dicha propiedad. Sin
embargo, está tan convencido de que vencerá, que afirma que solo presentará un
cuarto de las tropas que yo mande a luchar, y eso me desconcierta. ¿Tan
poderoso puede llegar a ser su ejército?
— Señor Conde Lucanor, — dijo
Patronio — preveo que lo que persigue ese hombre es matar dos pájaros de un
tiro, es decir, que quiere deshacerse, por algún motivo que desconozco, de los
“soldados” que envíe y a la vez de esa tierra suya. Algo parecido les sucedió a
unos lacayos que intentaron burlarse de un humilde labrador.
El Conde preguntó qué
sucedió con los lacayos, a lo que Patronio respondió:
Señor Conde Lucanor, había un labrador que tenía
enormes ganas de ver al Rey debido a que pensaba que este sería mucho más que
un hombre así que decidió despedirse de su amo tras pedirle su sueldo.
Durante el largo camino
a la Corte, se le acabó todo el dinero, y cuando vio al Rey y comprobó que era
un hombre como él, pensó: "Por ver un simple hombre he gastado todo mi
dinero y solo me queda medio real ".
Del enfado le empezó a
doler una muela y con el dolor y el hambre que tenía no sabía qué hacer, pues
si se sacaba la muela pagando el medio real, moriría de hambre, y si por el
contrario lo empleaba en comer, le dolería la muela.
Estaba meditando qué
hacer, cuando, sin darse cuenta, se fue acercando al escaparate de una
pastelería donde los ojos se le iban detrás de los pasteles.
Vinieron a pasar por
allí dos lacayos, que al verle tan embobado contemplando los pasteles, para
burlarse de él, le preguntaron:
— Villano, ¿cuántos pasteles
te comerías de una vez?
A lo que el campesino respondió:
— Tengo tanta hambre que me
comería quinientos.
— ¡Quinientos! ¡Eso no es
posible! — exclamaron los lacayos.
— ¿Os parecen muchos? Podéis
apostar a que soy capaz de comerme mil pasteles.
— ¿Qué apostarás? —
preguntaron.
— Que si no me los comiere me
saquéis esta primera muela — dijo señalando la muela que le dolía.
Estuvieron de acuerdo,
por lo que el villano empezó a comer pasteles hasta que se hartó. Entonces paró
y admitió su derrota.
Los otros, muy
regocijados y bromeando, llamaron a un barbero que le sacó la muela. Intentaron
burlarse de él, mas el campesino destapó su burdo engaño y todos los presentes
comenzaron a reír. Había llenado su estómago y a la vez se había deshecho de la
dolorosa muela.
Los lacayos,
humillados, pagaron y se fueron.
— En cuanto a vos, señor Conde
Lucanor, — concluyó Patronio — más vale que seáis precavido, pues cualquier
persona con dos dedos de frente se mostraría mucho más reservado a la hora de
plantear tal compromiso. Por ello, debéis tener muy presente que lo más seguro
es que se trate de un plan premeditado en vuestra contra.
A Lucanor le pareció
bueno el consejo de Patronio. Lo siguió y le fue bien.
Y, como don Juan pensó
que aquél era un buen ejemplo, ordenó copiarlo en este libro e hizo los versos
que dicen:
Ante el que tratos descabellados lanza
más vale tener temple y desconfianza.
(Diego
Miguel Lozano, 3º ESO F)
EL REY MIDAS
En cierta ocasión, el Conde Lucanor hablaba con Patronio, su consejero, de esta manera:
- Patronio, el hijo de mi hermano es un joven muy bueno, cariñoso y agradable. Sin embargo, todo lo que tiene le parece poco. Le gustaría tener un caballo más veloz, una casa más grande, una espada de bueno acero y una bolsa de monedas para gastar en el mercado. Sus padres le dan todo lo que necesita, pero aún así no le parece bastante.
El caso es que me preocupa que mi sobrino de mayor pueda ser demasiado ambicioso, y me gustaría hablar con mi hermano sobre esto. Y como os tengo tanta confianza, querría que me aconsejarais sobre lo que debo hacer en este asunto.
- Señor Conde – dijo Patronio -, para que hagáis lo que debéis, me gustaría mucho que supieseis lo que le pasó al rey Midas.
El Conde preguntó qué le había sucedió al rey Midas, a lo que Patronio respondió:
- Señor Conde, había un rey muy bueno que se llamaba Midas. Sólo tenía un defecto: quería tener para él todo el oro del mundo. Un día el rey Midas le hizo un favor a un dios y éste le dijo que le concedería lo que le pidiese. El rey, sin pensárselo dos veces, pidió que todo lo que tocase, se convirtiera en oro. El dios le advirtió de que este deseo podría causarle problemas, pero Midas no hizo caso. Cuando tuvo el don se puso muy contento, pero todo lo que tocaba, su ropa, su comida, hasta su hija, se convirtieron en oro. Era muy rico, pero de nada le servía no poder vertirse, comer o abrazar a su hija.
Midas comprendió que la avaricia y la ambición no le habían causado más que problemas.
- En cuanto a vos, señor Conde Lucanor – concluyó Patronio -, para evitar que su sobrino sea como el rey Midas, aconsejad a vuestro hermano para que le haga ver lo que verdaderamente tiene valor y merece la pena en esta vida.
Al Conde le gustó el consejo, así que lo siguió y le fue bien.
Y, viendo Don Juan que este ejemplo era bueno, mandó copiarlo en este libro e hizo estos versos que dicen:
En esta vida tienes que apreciar
Lo que tiene valor de verdad.
(Raquel Bañuelos 3º ESO C)
DE LO QUE LE
PASÓ A UNA CERILLERA
Otro día, el conde Lucanor le dijo
a Patronio, su consejero:
-Patronio, desde hace tiempo me
hallo sumergido en un proyecto con el que llevo soñando toda mi vida, y el cual
me reportará grandes beneficios y una gran satisfacción. Pero al mismo tiempo
temo que esta empresa me esté apartando de mis familiares y amigos, y que
algunas relaciones pueden estar en peligro. Por eso necesito que me digáis si
debo apartarme de estas ocupaciones o no.
El conde Lucanor le explicó a
Patronio en qué consistía la empresa, a lo que Patronio respondió:
-Señor conde Lucanor, sé que hay
otros que pueden aconsejaros mejor que yo. Pero ya que me lo habés pedido, me
gustaría que conocierais la historia de la cerillera y sus fósforos.
El conde le suplicó que le contara
qué le había ocurrido a aquella niña, y Patronio dijo:
Era la noche de San Silvestre, la
última noche del año. Todo el mundo en la ciudad se apresuraba para llegar
pronto a sus casas y refugiarse del frío y la nieve. Algunos llevaban regalos
de Navidad. Tras los cristales ardía la leña en las chimeneas y había
agradables aromas de los manjares preparados para la cena. En medio del ir y
venir, una pequeña cerillera vendía fósforos para ganar algo con lo que comprar
siquiera un pedazo de pan. -Compren fósforos, lo mejor para encender fuego.
¡Compren cerillas!- Pero la gente apenas escuchaba la débil voz y ninguno
estaba dispuesto a sacar las manos de sus tibios bolsillos. Poco a poco, la
noche se fue acercando y la calle quedó vacía. La cerillera comprendió que no
conseguiría vender más fósforos. Contó las escasas ganancias y se percató de
que no podía volver a casa sin llevar algo de alimento a su familia. Pensó que
quizá sus padres se enfadarían porque no había podido recaudar más dinero, así
que decidió esperar en la calle a que algún alma caritativa le comprara una
mísera cerilla. Al fin y al cabo, en su casa hacía casi tanto frío como en la
calle, pues había goteras y el viento se colaba entre las paredes. La cerillera
sentía los dedos entumecidos y la nariz helada. Quiso encender una cerilla, el
resto las vendería. Con mucho cuidado, encendió el fósforo y el callejón se
iluminó, y la niña vio su casa llena de adornos navideños y de alfombras
calentitas. Pero la cerilla se apagí y la ilusión desapareció. La cerillera
encendió otro fósforo, y vio la mesa llena de manjares propios de los
marqueses. Encendió una tercera cerilla y se vio a ella y a sus hermanos
vestidos con suntuosos ropajes. Encendió una cuarta cerilla y vio a su querida
abuela fallecida sentada en el viejo sillón. Pero la pequeña cerillera olvidó
que todo aquello era una ilusión, y cuando la última de las cerillas se apagó,
no quiso separarse de su cálida luz, y murió helada en la mañana de Navidad.
-En cuanto a usted, señor conde
Lucanor- concluyó Patronio- aunque esa empresa sea muy importante para usted, y
como bien me ha contado, puede reportarle grandes beneficios, si para llevarla
a cabo debe apartarse de lo más importante y de sus seres queridos, es mejor
que la abandone.
Al conde Lucanor le pareció que el
consejo de Patronio era acertado, así que lo siguió y le fue bien.
Y como a don Juan le pareció que
este ejemplo era muy bueno, le mandó copiar en este libro e hizo estos versos
que dicen:
Siempre es bueno soñar,
pero nunca se debe olvidar la realidad.
Y estos otros que rezan:
Más importante que la fama y el dinero
son el amor y respeto de tus seres queridos.
(Alejandra Ortega Albillos, 3º ESO F)
DE LA IMPORTANCIA
DE TRABAJAR BIEN
Patronio, ¿Puede venir un momento? - preguntó el Conde, - Querría
comentarte una cosa.
- Decidme señor - respondió Patronio.
- ¿Qué le ocurre?
- Verás Patronio, un amigo me ha
ofrecido un trabajo que podría venirme bien para el futuro, pero no sé si
aceptarlo porque ahora las cosas me van muy bien y me da cierta pereza. -dijo-
- Señor Conde, yo estoy seguro de
que usted sabrá elegir la mejor opción pero me gustaría que escuchase lo que le
pasó al Duque de Torremolinos. - comentó Patronio-
- ¿Qué la pasó al Duque, Patronio?
Verá: El Duque de Torremolinos era
un hombre rico y perezoso, y tenia un buen negocio entre manos, que le haría
pasar bien todo el verano, y él creía, que todo el invierno incluso.
Un día pasaba frente a la obra del
nuevo puente y les gritó a los obreros: ¡Miraos, trabajando al sol todo el
verano, mientras yo estoy tranquilo, con el dinero que ganaré con este negocio!
- a lo que uno de ellos respondió: - Ándese con cuidado señor Duque, no vaya a
ser que llegue el invierno y no tenga nada.-
El Duque pensó que el obrero acababa
de decir una tontería, y pasó tranquilo el resto del verano.
A la llegada del invierno, el Duque
ya no tenía dinero. Se había gastado todo y no había vuelto a trabajar.
Pasó frente a la posada donde
tomaban el almuerzo los obreros y le dijeron; - Ya se lo advertimos señor
Duque, nosotros que pasamos el verano trabajando ahora podemos pasar el
invierno tranquilos, mientras que usted que se mofó de nosotros ahora no tiene
con que comer.
- En cuanto a usted señor Conde -
concluyó Patronio - no se deje llevar por la pereza y asegúrese un buen futuro antes
de confiar en el dinero fácil.
Al conde Lucanor le gustó este
cuento e hizo que lo escribieran en un libro añadiendo estos versos:
El que
trabaja día a día,
tiene
asegurada la comida.
(Dana castro, 3º ESO F)
LA BELLA Y LA
BESTIA
Un día estaba hablando el Conde Lucanor con Patronio, su
consejero y dijo así:
- Patronio, tengo que confesarte que el otro día me cité
con un marqués que tiene una hija muy hermosa a la cual ha raptado un hombre
feo y peludo como una bestia. Me pidió que rescatase a su hija de las
manos de esa bestia. Y por la confianza que os tengo, os ruego que me digáis lo
que debo hacer con este asunto.
- Señor Conde Lucanor- dijo Patronio- aunque
teneís razón al preocuparos, para que hagaís lo mejor en este caso, me gustaría
que supieseis lo que le ocurrió a Elvira.
El
Conde Lucanor preguntó qué le había sucedido a Elvira, y Patronio dijo:
- Cierto día el padre de Elvira le mandó que fuese a por
telas para confeccionar nuevas ropas. Por el camino le llamó la atención un
castillo y decidió colarse sin darse cuenta de que pertenecía a una Bestia.
Cuando entró a una de las estancias se tropezó y rompió un jarrón valiosísimo.
Bestia lo oyó y fue corriendo y cuando vio lo que había pasado le dijo:
-¿Por qué has roto mi jarrón?
- Lo siento, me
tropecé.
- Un "lo
siento" no me vale. ¿Tienes dinero para pagarlo?
- No, no tengo dinero.
- Entonces como pago
te quedarás a vivir aquí para siempre.
- Vale... Pero antes,
por favor, déjame avisar a mi padre.
- Me parece bien,
pero tienes 24 horas para volver, si no, iré a buscarte y os atendréis a las
consecuencias.
Elvira fue a casa y se lo contó a su padre, y
después de un rato volvió al castillo. Pasado
un tiempo Elvira se dio cuenta de que Bestia no era malo y se enamoraron. El
padre de Elvira no sabía que estaban enamorados y fue a rescatarla, y cuando la
rescataron, Elvira se lo explicó a su padre y se casó con Bestia. Y vivieron
felices a pesar de que a Bestia le quedaron secuelas de la paliza que recibió durante el rescate de Elvira.
- En cuanto a vos señor Conde Lucanor- concluyó
Patronio- mi consejo es que no debes rescatarla, hasta aseguraros de que está contra su voluntad de verdad.
El Conde pensó que Patronio tenía razón y que le
había dado un buen consejo, así que lo siguió y le fue bien.
Y como a Don Juan le pareció que era un buen
ejemplo, ordenó copiarlo en este libro e hizo unos versos que dicen:
Antes de actúar,
te debes de asegurar.
(Pablo Saiz Gallo, 3º ESO C)
CONSEJO DESAFORTUNADO
Un día el
conde Lucanor le dijo a Patronio, su consejero:
-Patronio, me han propuesto firmar un acuerdo
de negocios en un pueblo muy lejano, que me beneficiará mucho. Como no sabía el
camino, un antiguo general, del que no me fío mucho, me informó sobre un
itinerario. Si le hago caso, mi vida puede correr peligro, así que os ruego que
me aconsejéis sobre si me conviene hacer caso al desconocido.
-Señor
conde-dijo Patronio- para que hagáis lo que me parece más conveniente, querría
contaros lo que le sucedió a cierta mujer que quería llegar a casa de su abuela
y confió en un desconocido.
El conde
preguntó qué le había pasado a aquella mujer, a lo que Patronio respondió:
- Señor
conde, hubo una vez una mujer que iba a casa de su abuelita, para llevarle una
cesta de pastas. A mitad del camino preguntó a un lobo cuál era el camino. El
lobo la guio por el camino más largo, mientras que él fue por el camino más
corto para llegar antes a casa de su indefensa abuelita, comérsela y suplantarla.
Cuando la mujer llegó, no se dio cuenta de que el lobo estaba en casa de su
abuelita, así que entró y fue devorada.
-En cuanto a
vos, señor conde Lucanor -concluyó Patronio- aunque hacéis bien en ir hasta
allí, os aconsejo que no aceptéis consejos de desconocidos ya que si los aceptáis
podríais caer en una trampa.
Al conde
Lucanor le pareció que aquel consejo era buenísimo, así que lo siguió y le fue
bien.
Como don Juan
entendió que este ejemplo era muy bueno, lo ordenó copiar en este libro e hizo
estos versos:
Quien sigue el consejo de un
desconocido
conseguirá su castigo merecido
(Marco Rodríguez, 3º ESO C)